3.8
Ese número es el promedio de libros leídos en un año en México, de acuerdo con la medición más reciente del Módulo de Lectura del INEGI, dado a conocer el 23 de abril de 2019, sobre una muestra de 2,336 cuestionarios aplicados a personas mayores de 18 años.
Si se compara ese 3.8 con los promedios de otros países de América Latina, es desalentador: en Chile se leen 5.4 libros al año en promedio; en Argentina, 4.6; en Colombia, 4.1, y en Brasil, 4, según el boletín estadístico del libro en Iberoamérica del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe de 2017. Y más desesperanzador resulta si se le compara con el promedio generado por la Encuesta Nacional de Lectura de 2006 realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, que registró 2.9 libros leídos al año para la población abierta de 12 años en adelante: en 13 años no hemos logrado incrementar nuestro promedio de lectura en al menos un libro más.
Ideas no han faltado. En el sexenio de Vicente Fox se puso en marcha el precio único del libro, que garantizaría una mejor venta de los libros recién publicados en toda la República Mexicana, pero no dio los resultados ni comerciales ni editoriales ni de hábitos de lectura que se esperaban. En el sexenio siguiente se dio impulso a un ambicioso programa nacional de fomento de la lectura y el libro México Lee, con mediciones periódicas en cada una de las entidades de la república, formación de mediadores de lectura, edición de títulos a bajo precio y una ampliación del número de bibliotecas y de acervo bibliográfico para todas las edades, pero tampoco tuvo resultados.
En el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, no se le dio relevancia al tema y aquí estamos, frente a lo que podríamos denominar una inercia en la dinámica de difusión y fomento del libro y la lectura. Bajo esa óptica podríamos hablar de la Estrategia Nacional de Lectura que presentó primero Paco Ignacio Taibo II y luego el presidente de la república hace unos días, basada en tres ejes: el formativo, enfocado a la infancia y formar hábitos de lectura; el material, que busca conseguir la disponibilidad de los materiales de lectura para que, quien tenga ganas de leer, pueda hacerlo, y en el que se incluye las lecturas en lenguas originarias; y el persuasivo, con campañas sobre este tema.
Desafortunadamente no podemos decir más porque no hay detalles disponibles: no sabemos sus parámetros de medición ni dónde, cuándo y por qué se realizarán las líneas de acción y actividades derivadas de la estrategia. Pero esa es la marca de la casa, de ahí mi excepticismo por los resultados. Lo elogiable, hay que decirlo con claridad, es que el Fondo de Cultura Económica ha puesto a la venta una cincuentena de títulos a precio bajo para quien se interese en leerlos. Es de suponerse que esos libros serán los primeros en ponerse al alcance de sus potenciales lectores a través de la estrategia presentada. Al tiempo. Seguiremos informando.