A cien años de «La suave Patria»

Porfirio Hernández
3 min readApr 13, 2021

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Fechado el 24 de abril de 1921, a pocos meses de la muerte de su autor Ramón López Velarde (1888–1921), “La suave Patria”, el poema mexicano más importante del último siglo, cumple cien años.

No es raro que celebremos el aniversario de un poema, pues las grandes composiciones tienen fecha memorable: La Ilíada, la Eneida, La Divina Comedia, El Paraíso Perdido, las Soledades, el Primero Sueño, La Tierra Baldía, Anábasis… son recordados por el impacto que tienen en la sociedad de su tiempo, aun cuando ésta no los haya leído, como bien demostró Jorge Luis Borges al exponer la importancia de la poesía de Rubén Darío. Entre nosotros, los poemas de Nezahualcóyotl, Sor Juana, los Contemporáneos, Octavio Paz, Jaime Sabines… gozan de una gran reputación que no permite a sus devotos dejar pasar la oportunidad de reivindicarlos ante los ojos de los nuevos lectores en los aniversarios de su creación.

Es el caso de “La suave Patria”, compuesto en 33 estrofas y 151 versos sobre las cualidades esenciales de la nación mexicana, con una visión a veces crítica; la más, encomiástica. El poeta Víctor Manuel Mendiola ha leído el poema como un alegato en contra de la violencia y un reproche por la destrucción de las cualidades nacionales, aunque el erudito Alfonso García Morales vuelva a canonizar al poema como un clásico de la literatura mexicana, por la posibilidad de leerlo bajo las nuevas luces del tiempo transcurrido y desmontar así las lecturas anteriores que se han hecho de él. (Eso es un clásico: un palimpsesto de lecturas desarrolladas en el transcurrir de los siglos, y el de nuestro autor cumple ya el primero.)

Se trata, sí, de un poema mayor, que no depende del juicio del crítico ni del historiador para identificarlo así. Basta leerlo. Desde su apertura, el Proemio, una sala de espera en la que atestiguamos el anuncio de la voz poética que nos guiará por “las olas civiles”, no literarias, de su objeto, la Patria, encantado por ella, confiesa, porque “me modelaste por entero”. Su voz, parece decir, está autorizada por el simple hecho de ser mexicano y cantar sin el tono desbordado la epopeya, a la vez trágica y serena, de una Patria que se revuelve en su propio fulgor. ¿Cómo no identificarse con esa voz que al mismo tiempo alude “al golpe cadencioso de las hachas”, a las “risas y gritos de muchachas” y a los “pájaros de oficio carpintero”?, pues nos deja en claro que aquí hay la voz es nuestra voz.

Luego de su Primer Acto, su Intermedio y su Segundo Acto, estancias por las que pasamos asombrados de tanto escaparate de relojería, nos pasea por las características del color, el sabor, las bellezas de la tierra, pero también constata su fe, católica y escéptica, en los valores que cohesionan a las comunidades, para concluir que esa Patria, imaginada, creada y reinventada por todos, seguirá siendo nuestra si seguimos creyendo en ella como entidad espiritual que nos insufla de honor, identidad y orgullo.

En estos días en que el país a veces parece tambalearse en sus cimientos, acosada por los encontrados proyectos de una nación en vilo, bien merecemos volver a leer “La suave Patria”, para recordar las razones por las que seguimos en pie, a pesar de las adversidades.

Leyendo este poema entenderemos un poco mejor nuestra estancia en el siglo que corre. Leyendo a López Velarde, en realidad, comprendemos mejor el reloj de nuestro tiempo.

En la fotografía aparecen los poetas Ramón López Velarde (izquierda) y Enrique Fernández Ledesma (fuente: La Jornada Maya); antes: manuscrito de «La suave Patria», publicado en Ramón López Velarde, Obra poética, ed. de José Luis Martínez, Madrid, ALLCA XX-Colección Archivos, Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, 1998).

Este artículo fue publicado en Milenio diario.

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Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

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