En defensa de la lectura de libros

Porfirio Hernández
3 min readMay 19, 2019

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La verosimilitud es la clave

Tener el hábito de la lectura tiene múltiples beneficios: enriquece nuestra capacidad de expresión, amplía nuestra visión de las situaciones de la vida cotidiana, mejora nuestra inteligencia emocional y nos entretiene a bajo costo, pues por más que cueste un buen libro, siempre será más barato que salir de viaje o al cine.

Fuente: as.com

Vivimos otras vidas a través de las historias de la literatura; viajamos a lugares inexplorados a través de las crónicas de otros viajeros; conocemos más del mundo y de la naturaleza humana a través de los testimonios escritos de quienes han vivido situaciones excepcionales. Los libros albergan una amplia gama de experiencias y conocimientos que rebasan las de una vida individual y sedentaria, por eso leer por costumbre esas historias, crónicas y testimonios nos vuelve más empáticos con la experiencia ajena, y quizás más dispuestos a comprender las decisiones de otros.

No todo está en los libros, por supuesto. En la vida diaria, en los viajes, en las fiestas, en las protestas públicas e incluso en las situaciones incómodas hay también grandes enseñanzas de cómo somos en tanto especie y cuáles son nuestros límites. La vida es un complejo de tiempo y espacio que no puede resolverse en una mirada, aunque la tentación de simplificarlo todo nos aceche constantemente.

Fuente: Tec Review.

Sin embargo, en la lectura de libros se halla un acelerador de partículas que revela la esencia de nuestros actos. La verosimilitud que alcanza un personaje y la identificación que logramos con él se debe a la congruencia entre su pensamiento, su historia y su actuar en el libro. Lloramos su muerte porque nuestro cerebro no distingue si se trata de la muerte de un personaje o de un ser vivo; celebramos sus hazañas tanto como las que logramos en el día a día: el afecto es real, la alegría es genuina. La literatura es ficción y verdad al mismo tiempo.

Bajo ese principio, poco importa saber si el libro que leemos está basado en hechos reales o si es pura invención; lo relevante, cuando lo leemos, es su grado de verosimilitud, pues a cualquier lector eso le basta. ¿Existió realmente Hannibal Lecter? ¿Existió Alejandro Magno? ¿De verdad Nerón tocaba el arpa mientras la capital del Imperio de incendiaba? ¿Drácula y Frankenstein son reales o inventados? ¿Los quarks no son acaso una metáfora? La gran lección de los libros es hacernos sucumbir en las situaciones y conceptos más alejados de nuestra cotidianeidad para devolvernos transformados, renovados, distintos.

Se trata de aprehender más de la vida sin tener que vivir situaciones extremas. Esa vitalidad de emociones y saberes quizás no sean de aplicación inmediata en la vida cotidiana, y muchas veces tal vez no se traduzcan en una mejor posición económica, pero ¿no vale la pena acaso luchar toda la noche contra mares embravecidos y despertar al día siguiente con la certeza de que hemos triunfado? Una emoción impar que define el día y lo enriquece…

El escritor mexicano Juan Domingo Argüelles explica mejor todo esto en “Promoción y mediación de la lectura”, artículo publicado en el periódico La Razón el 17 de mayo de 2019.

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Porfirio Hernández
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Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

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