Evocación de la voz
Héctor Juan Pérez Martínez era un hombre común. Sus penas, desgracias y alegrías eran las de cualquiera. Perdió a su madre cuando era un niño de tres años, pero su particular inclinación a la música en Ponce, Puerto Rico, donde nació y creció, fue su aliado principal contra las penurias de su vida, que se sucedieron una y otra vez.
Su voz de tenor, su potencia y su amplia capacidad de improvisación, producto de sus vivencias en los barrios de su ciudad natal, donde vio la luz el 30 de septiembre de 1946, lo distinguieron en los albores de la música caribeña en Estados Unidos, a donde se mudó muy joven y donde hizo una carrera artística que le daría fama y fortuna en las comunidades hispanohablantes de ese país y en la América Latina en general.
Sus aportaciones al género de la salsa son hoy reconocidas como fundamentales para el desarrollo de la música en español y, desde luego, para la identificación de las comunidades latinas en Estados Unidos, un factor de la sólida vinculación actual de esas comunidades a la vida social y artística estadunidense.
Su nombre artístico fue Héctor Lavoe, epíteto que proviene de la afectada pronunciación de los presentadores de “La voz”, como en sus inicios quiso ser presentado Héctor, una vez que comenzó a sobresalir en los clubes de baile del Bronx y Queens, en Nueva York, donde se afincó y desde donde cimentó su talento para componer, cantar e improvisar en los escenarios.
Es el cantante de los cantantes, para decirlo en la propia jerga de sus amigos y admiradores; es “el Cantante” por excelencia, cuyos dramas, anhelos y sufrimientos propios poco importan al vulgo que lo escucha, como lo dice aquella paradigmática composición de Rubén Blades, otro grande admirador suyo, que Héctor supo inmortalizar desde 1978, a raíz de su gran disco “Comedia”.
En un país extraño, sin altas conexiones y con muchos deseos de vivir de su arte, Héctor Lavoe se unió a Willie Colón (cuatro años más joven que Héctor) y su grupo. Juntos grabaron 18 discos antes de cumplir ambos los treinta años de vida.
El ritmo, el apego a la genuina tradición musical de Puerto Rico y Cuba, principalmente, además de letras con trazos de autobiografía y contextos comunes a que aludían, fueron sin duda los rasgos más trascendentes de la identificación de su público con Héctor Lavoe, quien reiteró cuanto pudo, no en clave ideológica ni política, sino en el lenguaje llano de la fidelidad a su propio origen, su comprensión de la pobreza y marginación de los amplios segmentos de personas que lo admiraban y seguían… y lo lloraron el 29 de junio de 1993, al morir en Nueva York. Héctor Lavoe nos sigue ilustrando hoy con un legado imborrable de música alegre y aleccionadora, de un hombre que siguió el camino de sus instintos, el de su pasión por la música y la reivindicación del misterio que fue para él haber nacido con la voz única de un excepcional cantante de salsa.
Publicado en Milenio Estado de México.