Gedovius, perenne vigencia
Mayo pasado fue el mes de Germán Gedovius (1866–1937), extraordinario pintor mexicano que este año cumplió 82 años de muerte, y cuya obra goza de cabal salud por su alta calidad, técnica y fuerza expresiva.
Nacido en San Luis Potosí el primer día de mayo, Gedovius fue un maestro del dibujo y el color que hoy es reconocido como uno de los retratistas más importantes de México, y para quien la fama no fue sinónimo de fortuna. Según sus biógrafos, Gedovius murió en la pobreza y el olvido, rasgos comunes de numerosos artistas mexicanos, independientemente de su talento, cuando llegan al ocaso de sus vidas.
Sordo y mudo de nacimiento, Gedovius fue retraído y empleó el dibujo para comunicarse. Apenas tuvo edad para emigrar de su natal ciudad, se marchó a la ciudad de México, donde aprendió las bases técnicas de su arte; a los veinte años se fue a estudiar a la ciudad de Múnich, en Alemania, de donde partió a conocer la Europa finisecular, sus escuelas, sus estilos, sus autores. Ese periplo le dio una perspectiva del arte que no habría adquirido de haberse quedado en su tierra natal.
Regresó a México en 1892, y en 1903 comenzó a impartir clases de claroscuro en la Academia de San Carlos, en suplencia del pintor catalán Antonio Fabrés, otrora maestro del propio Gedovius, de Roberto Montenegro, José Clemente Orozco y Diego Rivera, nada menos. Al poco tiempo, Germán Gedovius fue considerado por alumnos y catedráticos, el mejor profesor de la Academia.
La referencia al año 1903 no es menor. A partir de ese año, en la Academia compartió sus conocimientos con numerosos artistas de las generaciones contemporáneas y nacientes, quienes en algún momento de sus vidas le reconocieron su generosidad: Saturnino Herrán, María Izquierdo, Leopoldo Méndez y el mismo Montenegro, sólo por citar a cuatro fundamentales de la plástica mexicana. Su testimonio, ejemplo de la espiral sinfín de la enseñanza, deja en claro el mérito de la pedagogía de Gedovius, a pesar de que el maestro siempre se mantuvo aislado y a distancia de la vida social de la Academia.
La obra de Gedovius está impregnada del romanticismo académico de su época, y sobre todo de la pincelada impresionista de Europa —así lo vio el pintor e incansable promotor de su obra, Jean Charlot—, que dio luz a retratos, flores, tipos regionales y paisajes de México, muchos de los cuales se pueden apreciar en el Museo de San Carlos, en la ciudad de México. Visitémoslo en estas vacaciones de fin de año, que ya se acercan; no nos arrepentiremos.