Hacia una autobiografía
No un currículum. No una semblanza. No una ficha biográfica. Una biografía: todo aquello que hiciste en la vida y que te enorgullece.
Puedes optar por escribirla tú mismo y dotar de cierto grado de perfección los recuerdos y las anécdotas; puedes pedir que otra persona la escriba por ti, mientras tú solamente hablas de aquello que es conveniente en el futuro, cuando se lea y tú ya no puedas decir nada al respecto.
¿Para qué escribir una biografía de uno mismo? ¿Para tus descendientes? ¿Para que tus amigos te estimen más si los mencionaste o te odien si no? ¿Para dejar por sentadas tus diferencias con ellos y, así, dejar saldadas las cuentas?
Hay gente que lleva su biografía en sus ojos, sentencia el novelista Arturo Pérez-Reverte, que solo requiere entablar conversación sobre su vida. Las vivencias se cargan en el peso de la mirada y basta. Cuántas veces en la calle sentimos compasión por las personas que regresan, cansadas de vivir, a refugios ignotos.
¿Cómo empezarías tu biografía? ¿Qué acontecimientos antepondrías al principio, ya sea por relevantes, ya porque fueron el antecedente de lo que ahora eres? Puedes ordenarla como quieras, y elegir también los elementos que mejor reflejen tu vida.
Habrá quien ponga en el eje de su relato su profesión, sus pasiones, sus odios, sus desventuras. Habrá quien elija el tono dulzón del amor ideal, o quien se regodee con timbre áspero de sus vicios. Otras serán breves, pues poco hay que decir, o tan extensas que la última parte de la vida sea nada más para describir el preámbulo del pasado más reciente.
Endurecerás tu temperamento cuando describas la primera vez de todo, para destacar tu arrojo, tu osadía, tu valentía. Florecerá la paz de las certezas que tuviste ante el peligro, la aventura, y de cómo saliste avante de los riesgos. Parecerá que ya sabías quién ibas a ser después de esa experiencia, pues lo que importa a estas alturas es que tu lector, tu hipotético lector, sepa que no cambiaste un ápice tus valores, y siempre guardaste la certeza de ser quien hoy presumes ser…
Agotados los puntos relevantes, debes terminar. Si hay un regusto a que el plato se ha enfriado, no te engañes: en realidad, lo que has estado buscando desde el principio es un sentido, un camino cierto. La vida se vive dibujándola, y hoy, cuando emprendes la ambición de verla escrita, quieres encontrar en ella el más alto destino que fuiste capaz de cumplir. El punto final de tu autobiografía será ese: la nota final de tu propia música, vuelta a escucharse en la sala vacía de tu memoria.