Juan Bautista Villaseca y la poesía
Por mediación de un admirado amigo tuve conocimiento del poeta Juan Bautista Villaseca, nacido el 21 de abril de 1932 y fallecido el 4 o el 6 de marzo de 1969. Roberto López Moreno y un grupo de amigos recopiló el mayor número de poemas que pudo y los dispuso en una edición bajo el título de uno de los libros inéditos de Bautista: “Variaciones de invierno”, publicado primero en 1977 y luego, enriquecido con nuevos poemas, por Malpaís Ediciones.
No conozco ese libro, pero he leído parte esa obra extraordinaria por una edición facsimilar de “Este México triste” (de 2017, publicada originalmente en 2011), colección de 56 poemas publicada por José Manuel Recillas y Roberto Rébora para Taller Ditoria, con auspicio de la Secretaría de Cultura, para divulgar la obra de este autor mexicano de culto que merece ser más leído.
En primer lugar, por su original expresión poética. Bautista fue un sonetista de extraordinario oído, cuyo ritmo verbal extendió al verso libre, sin rima, pero de una métrica regular signada por un peculiar modelo de composición de sílabas largas y cortas, a la manera de su admirado Ramón López Velarde, sin parecerse a él salvo por su apego al ritmo como premisa de acceso y de conocimiento a la poesía; en realidad, el verso libre en Bautista Villaseca es encabalgamiento de un ritmo ancestral que nace en el soneto, se traslada en sugeridas silvas y desemboca en versos blancos de leves asonancias…
Todo en sus versos es música de fácil identificación, pues nunca oscurece su enunciación con palabras rebuscadas ni ideas compuestas, todo en su decir poético es claro, directo. Es una voz que se interesaba en transmitir con determinación una idea en los primeros versos, para luego reelaborarla con nuevos puntos de vista, todos deslumbrantes. Dice la investigadora literaria Angélica Arreola Medina que “en sus poemas, la secuencia de imágenes recuerda a T.S. Eliot y sus temas tienen influencia de César Vallejo y Pablo Neruda”, incluso porque en su obra predomina una “estrecha relación con su padre, cuya figura está presente desde el principio, en lo cotidiano y después de la muerte del poeta”, ya que “el tiempo, la vida y la muerte no son principio ni fin, sino otras formas de permanecer en la memoria del viento, del sol, de la palabra, del tiempo y del otro”.
Un poeta extraordinario, de gran fuerza expresiva, es Juan Bautista Villaseca. Espero tener la oportunidad de leer más de su obra y con ello también agradecerle a cabalidad al compositor Jorge Córdoba Valencia que me haya acercado a este poeta tan revelador y talentoso.