La historia de la humanidad en uno
En 1965, el escritor argentino Jorge Luis Borges escribió que “la historia universal es la de un solo hombre”, en el entendido de que, al decir un hombre, dice una persona.
La profundidad de la frase se debe a la idea de que la experiencia de una vida proviene del cúmulo de conocimientos de la humanidad toda, resumido en el instante efímero que es la vida de una persona. Las revolucionarias invenciones sobre el tránsito ininterrumpido de la evolución humana forman las peripecias de la aventura humana, para bien o para mal, que nos han traído hasta el tiempo presente.
No otra idea hay en la tradición que nos antecede; quienes nos precedieron en el esfuerzo de construir su propio presente, al mismo tiempo sentaron los cimientos del porvenir, es decir, nosotros hoy.
Esa tradición no es solo acervo documental, sino la práctica misma de la vivencia materna, expresada en la lengua materna, por ejemplo, por citar el más importante vehículo de los bienes intangibles que todos compartimos, de ahí que nos sea tan útil para expresar la historia en cada acto humano.
El planteamiento conlleva riesgos: repetir los errores del pasado, uno de ellos. Concebido como una anomalía evolutiva, el error histórico es característica esencial del transcurrir humano: vivir es también equivocarse, explorar los límites de la verdad, enfrentarse al conocimiento de uno mismo.
Por eso, aquellos grandes hitos de la humanidad reflejan el grado de evolución de los humanos a cargo; los directores de los nuevos rumbos requieren, en no pocas ocasiones, impulso de sus bases, pues ese respaldo es la esencia de la evolución misma: vamos en el mismo barco, y ese es el rasgo fundamental de la idea de Borges: en la experiencia de una persona están resumidas las de todas y de todos, aun cuando lo que cada quien perciba sea la representación de la realidad, condicionada por la interpretación propia. Schopenhauer dixit.
Como puede observarse, la idea es compleja, porque incorpora distintas teorías de la realidad, la percepción y la unicidad plástica del tiempo, que nos acomuna en la experiencia de nuestros antepasados. Solo nos pertenece aquello que hemos perdido, vuelve a recordarnos el argentino, para indicarnos que todo aquello que fuimos, hoy es parte de nuestro patrimonio vital. Esencialmente, somos el pasado de la humanidad revestido de presente. ¿Las personas del futuro reconocerán nuestro legado?
Publicado en la edición Estado de México de Milenio Diario.