¿Leer o releer?

Porfirio Hernández
3 min readApr 5, 2020

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De entre ambas actividades, yo prefiero la segunda. Mis criterios estéticos y muchos de mis gustos literarios provienen de mi costumbre de releer, en el ánimo de afianzar y revivir cierta experiencia de lectura, un determinado conocimiento, nombres, cifras, lugares que me recuerdan la importancia de esa experiencia original.

No se trata de una mera rememoración. Al releer, uno encuentra cabal sentido al texto, incluso por encima de la primera impresión. Encuentra uno revelaciones complementarias o francamente nuevas, e incluso se da uno cuenta de la importancia de un detalle que en la primera lectura se pasó por alto. La relectura equivale al vuelo del ave que surca los cielos en busca de una presa diminuta, como lo imagina el pedagogo colombiano Fernando Vásquez Rodríguez.

Pero lo más importante de la relectura es la oportunidad que nos ofrece de volver a sentir la emoción del descubrimiento. Por ejemplo, en al menos tres ocasiones he vuelto a leer la biografía de Ramón López Velarde, escrita magistralmente por Guillermo Sheridan, justamente para entender mejor la tentativa poética de ese gran autor, tanto como las claves de su vida en las primeras décadas del siglo XX. El siglo XX mexicano…

No se trata solo de recrear el placer; se trata sobre todo de entender con todos los sentidos posibles que la escritura es un ejercicio que deja una huella imborrable en el tiempo y en el espacio de nuestra vida como lectores. En estos tiempos de confinamiento sanitario, es importante entender que somos lo que leemos; por ende, releer nos dará las claves de lo que somos actualmente.

Que no se entienda en esta entrega mi renuencia a leer por primera vez un texto: nada hay que se asemeje a esa impresión primera de quien se descubre a sí mismo en el trazo de un personaje o en la especificidad de una situación, una decisión, una circunstancia. Nada. Y por supuesto que las lecciones que nos deja leer algo por primera vez crean una impronta indeleble en nuestra memoria y nuestro posterior actuar. La lectura nos forma experiencias y nos predispone a ser más plenamente.

Todo eso está muy bien. Yo me refiero, al defender la relectura, a revivir esa primera experiencia desde la perspectiva de quien ya vivió muchas otras en el camino. Entendemos mejor una acción, una actitud, un pensamiento, luego de haberlo vivido antes desde la apropiación, pues no es otra cosa lo que uno siente cuando se identifica con tal o cual personaje o anécdota de una historia. Está probado que la muerte de un personaje con el que el lector se ha identificado, para la mente es como la experiencia de una muerte real. Por eso llora uno a veces, y raro es para muchos vernos en ese momento.

Yo no cambiaría mi experiencia de lectura de “Un corazón adicto”, la biografía de López Velarde que refería líneas antes, por la más nueva de otro que no sea Guillermo Sheridan. Uno tiene sus dioses tutelares, y adora a quien mejor le enseña el arte de escribir y de leer profundamente. A fin de cuentas, leer es el acto de libertad más espacioso de todos. ¡Leamos más libros y releamos sin temor aquello que nos enseñó a ser lo que somos!

Artículo publicado en la edición Estado de México de Milenio Diario, el lunes 6 de abril de 2020.

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Porfirio Hernández
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Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

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