Leer para conectar
Como en otras ocasiones que en esta serie de entregas he abordado los beneficios de la lectura por hábito, hoy quiero referirme a una cualidad esencial: nos ayuda a conectarnos con las personas y situaciones de la vida real, porque las anécdotas y peripecias de una historia son registradas como reales por nuestro cerebro de lectoras y lectores.
Conectar con ello nos trae beneficios asociados: aprendemos a decidir actuar frente a circunstancias inéditas en nuestra vida, lo que, en una palabra, se conoce como determinación; nos coloca en la piel de otras personas a cuya existencia les ha tocado la hora de enfrentarse al límite de la vida y de la muerte, de lo que sin duda habrá de sacar el mejor provecho personal, y nos inspira a seguir conductas ejemplares o rechazar aquellas que no van con nuestra personalidad o estilo de vida. Digo esto último porque aun cuando es posible admirar a un personaje por sus cualidades físicas o morales, no siempre se deja uno arrastrar por esa causa de afectos que no sería viable elegir por el contexto propio: pongo por ejemplo las cualidades de observación de Sherlock Holmes, famoso por su capacidad deductiva y mordaz audacia intelectual, que en nuestros días podría resultar impráctica y extravagante.
Identificarnos y emular modelos de actuar de otras personas que nos parecen admirables es una reacción natural de los seres humanos, y nada reprochable hay en ello; la lectura es una vía de acceso a esa identificación en los planos emocional, ideológico e intelectual incluso, si hemos de considerar, pongo por ejemplo, el estoicismo de Alar el Ilirio, personaje inmortal de la Roma imperial de Oriente creado por Álvaro Mutis.
Ya el simple hecho de conectar con esas fuentes es un beneficio que quizás no conocíamos. ¿Imaginas qué sucedería si al cabo de numerosas lecturas desarrollaras al máximo esa capacidad de identificación y discernimiento sobre lo que te conviene o no adoptar como propio? El resultado, a no dudarlo, es la construcción de una identidad singular, hecha de virtudes y hábitos elegidos de los libros que uno ha leído, más el cúmulo de experiencias que nos da la vida cotidiana, vista como extraordinaria por el impacto mismo de la cultura contenida en las historias que leemos.
Un ciclo sin fin de beneficios que favorecen nuevas conexiones neuronales y amplifica la memoria de nuestro cerebro, llena de vivencias ocurridas en todos los pasajes de los libros, además del conocimiento objetivo que destilan en los más diversos campos del conocimiento humano, pues los personajes viven en la tierra, en el mar, en el aire, en el espacio exterior, en el microcosmos de una célula, en los sueños, en la imaginación creadora de una mente superior…
Para obtener esos resultados, la lectura requiere, pues, atención, y es por eso que, se dice, es una evasión del mundo real. Diría yo que es una evasión temporal del mundo cotidiano que nos sumerge en las profundidades de ese mundo real, para surgir de nuevo a éste, pero enriquecidos de nuevas experiencias y conocimientos. Porque, salvo que tengas una enfermedad mental, no es posible evadirse por completo y permanentemente del mundo en que vivimos.
En síntesis, conectarse con el mundo a través de la lectura nos conviene a todos. A ti, lector, lectora, en primer lugar.