Mamitis, no papitis
Cierra el año 2022 con una polémica social por la inclusión de la palabra “mamitis” en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, discusión impulsada por las personas feministas que consideran la definición académica (“excesivo apego a la madre”) como una expresión del machismo que predomina en el diccionario canon de la lengua.
No solo eso. La crítica se enfoca a que la palabra “papitis” no haya sido incorporada a la actualización léxica de este año, una voz equivalente destinada a la figura del género masculino. Quienes han encendido esa polémica lo hacen cuestionando la discriminación implícita de la definición, toda vez que, juzgan, no puede haber “exceso” en el apego a la madre sin que lo haya también al padre.
La Real Academia Española ha respondido, en voz de su director, Santiago Muñoz Machado, que esa incorporación no se debe a ninguna decisión de género; “hemos incorporado mamitis y no papitis, pero no es que consideremos que una cosa existe y otra no: mamitis está documentada y papitis no”. Pero eso no basta para acallar el reclamo. Las voces feministas aducen que esas decisiones están adoptadas por el organismo académico porque hay una mayoría aplastante de hombres en su cuerpo colegiado, de ahí que el diccionario no sea sino la expresión de esa mayoría insensible y obtusa, que por años se ha resistido a reconocer el lenguaje incluyente en la gramática del idioma español como manifestación de la lucha por la equidad de género y la necesidad urgente de abatir los males derivados de la iniquidad actual y sus consecuentes males en la sociedad.
El reclamo, pues, es ideológico, no estrictamente lingüístico, como antaño toda incorporación lexical intentaba ceñirse, cuando se añadían nuevas acepciones al canon de la lengua. Lo cierto es que esa pugna en la actualización del diccionario será cada vez factor mayor en la definición del quehacer de las academias de la lengua española en el mundo, sobre todo en los países iberoamericanos, donde existe una notoria desigualdad de género en la sociedad, expresada en múltiples indicadores del comportamiento social.
La posición contraria a incorporar criterios ideológicos en el reconocimiento académico de nuevas palabras es también fuerte y sostenible. De ceder a esa pretensión, el diccionario pasaría a ser un instrumento activo de posiciones políticas y no el cuerpo histórico que reflejase la evolución lingüística de las sociedades hispanoparlantes, como hasta ahora pretende serlo. La razón en específico de no incorporar “papitis” al diccionario es porque la palabra no cobra aún, a los ojos de la academia, el estatus de habla generalizada que reclaman las personas feministas, según advirtió el director del organismo rector de la lengua (una rectoría que se ejerce, por cierto, después del hecho lingüístico, no antes, y que como árbitro llega a reconocer un uso general, no a sancionarlo ni a reprender a quienes habitualmente lo ponen en práctica).
Al tiempo. En tanto, la palabra en cuestión es usada comúnmente en el sentido apenas recogido en el diccionario, como particularmente en numerosas regiones de México la expresión “papitis”, aunque nuestros escritores, escritoras y periodistas no lo hayan empleado suficientemente en su obra para que la academia también lo sume al diccionario. Así sucede con muchas palabras, incluso con aquellas posibles que mucho menos constan en los medios masivos y en los libros, pero que usamos a diario en nuestros ámbitos públicos y privados. Así de apasionante es la lengua viva que hablamos y que dice mucho más de nosotros de lo que desearíamos revelar.