Nada humano me es ajeno

Porfirio Hernández
3 min readJan 7, 2024

--

La frase del título de esta entrega, expresada por Cremes, escrita por Publio Terencio Africano 165 años antes de Cristo, sostiene el principio de lo que llamamos “ponerse en el lugar del otro”. En un seminario reciente, alguien afirmó que eso era imposible, lo que me sorprendió, pues hacía tiempo que yo había dado por perfectamente comprendido el significado de la frase que, completa, dice: “Soy humano, nada humano me es ajeno”, en sus dos principios: 1. Reconozco que toda aquella persona con quien hablo es también un ser humano, con la complejidad que yo mismo poseo, y 2. Que su verdad puede ser mi verdad.

Ambos principios, que resumo en dos simples enunciados, poseen un carácter integral, pues unen persona y verdad. Todos, sin excepción tenemos certezas, motivo y causa de nuestras decisiones y comportamientos, pues nuestro desarrollo en el tiempo va construyendo para nosotros y para los demás la identidad individual, aquello que nos distingue, inevitablemente. Eso es nuestro ser, nuestra verdad, para decirlo en una palabra.

Sé que soy injusto con siglos de pensamiento y reflexión acerca de estos conceptos que cientos y miles de personas han dedicado a la cuestión del ser, pero soy breve porque quiero transmitir otro concepto: comprender no significa desprenderse de uno mismo ni habitar el ser de otra persona, significa en cambio reconocer en mi propia experiencia de vida la posición desde la que esa persona da a conocer una certeza; es decir, no es un traslado de mí hacia el otro, sino del otro hacia mí; se trata, en realidad, de un cuestionamiento acerca de cuán abierto estoy a la interpretación que otro hace de mí, y cuán dispuesto estoy a responder a ese cuestionamiento.

Digo que se trata de una pregunta porque quiero quitarle todo sesgo de conclusión inapelable: una pregunta que amerita una respuesta. Nada más, pero nada menos. La pregunta tiene solo una respuesta: sí o no. Si es sí, entonces estoy dispuesto a entender la situación enteramente humana que se me plantea; si es no, debo retirarme del diálogo, antes de cometer una injusticia conmigo mismo, porque si bien se observa, la única respuesta posible es sí. El no es la negación de mi existencia ante los demás, por las razones que sean, todas válidas, pues cada persona es digna de responder lo que se le venga en gana.

Por eso, cuando decidimos entender que lo humano es de nuestra incumbencia, estamos adoptando una posición abierta al escrutinio de nosotros mismos en las relaciones que sostenemos con los demás. Quizás actuemos a la defensiva, quizás queramos mantener en secreto nuestras certezas, pero tarde o temprano aflorará la plenitud de nuestro ser, nos mostraremos cual somos: será el principio de nuestra real y efectiva participación en la sociedad en la que vivimos.

Comprender es quizás uno de los verbos más difíciles de ejecutar: requiere un sí de antemano, valor que en nuestro tiempo se ha vuelto moneda de cambio; las conveniencias reemplazan cada vez más a las convicciones, como las ocurrencias a los pensamientos. La realidad se interpreta a la velocidad de la Internet y parece que si la realidad no está en Google es que no ha ocurrido. Es triste reconocerlo, sobre todo porque no le veo remedio; paso a paso, construimos convenciones volátiles, efímeras e intercambiables por valores acomodaticios, disfrazados de “así es el hoy”. Ya la idea del hablar de usted a las personas dignas de respeto, como apenas ponía sobre la mesa Arturo Pérez Reverte –otro cartaginés– suena anticuada; y lo es, pero no por las razones del democrático tuteo, sino porque ya la idea de respeto está cambiando también.

Esos valores son el norte de nuestro actuar. Pongámonos a discutirlo de nuevo, por favor, así sea solo para saber con quién contamos para mejorar el presente que nos toca vivir.

--

--

Porfirio Hernández
Porfirio Hernández

Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

No responses yet