Necesario, fomentar la lectura en municipios marginados: Urra Sandoval

El investigador pone en marcha su Observatorio de la Lectura del Estado de México, único en el país, ante la necesidad de reformular las políticas de fomento a la lectura y promoción de la edición de libros en la entidad más poblada del país

Porfirio Hernández
18 min readAug 16, 2024
Roberto Urra Sandoval. Foto: Victoria Acevedo

Corre el mediodía del miércoles 6 de septiembre de 2023. Bajo la luz natural que inunda los espacios comunes de la biblioteca central de Toluca “Leona Vicario”, Roberto Urra, Rocío Sandoval y Heber Quijano presentan la página web www.lecturaedomex.com, que condensa los esfuerzos del proyecto de investigación e incidencia “El ecosistema del libro en el Estado de México. Hacia un Observatorio de Lectura”, proyecto único en el país, auspiciado por Conahcyt, que ofrece una amplia gama de actividades alrededor del fenómeno de la lectura y la edición de libros en la entidad más poblada de la República Mexicana.

Dicha investigación concibe esa página como un medio “para acercar al público y a las personas interesadas en el fomento del libro y la lectura a los datos, la información y las investigaciones que se producen desde el proyecto”, con la idea de tener un mapa actualizado en esta materia, explica Roberto Urra Sandoval, investigador asociado a El Colegio Mexiquense y líder de esta iniciativa académica.

¿Qué han encontrado los investigadores agrupados en torno de este proyecto? ¿Cuáles son los temas centrales del fenómeno de la lectura en esta entidad federativa y cuáles los retos? Responder a estas preguntas me motivó a solicitarle a Urra Sandoval, el principal animador de esta iniciativa, que me hablase más ampliamente de este proyecto de investigación e incidencia. El investigador puso en claro algunas claves para abordar el complejo fenómeno de la lectura y la edición de libros en el Estado de México.

Primera clave: disminuye la utilización de las bibliotecas públicas

Roberto, ¿cuál es la situación actual de las librerías y bibliotecas en el estado y, sobre esa descripción, ¿cómo la valoraría a la luz de las necesidades sociales de la entidad?

Hablar de estos temas es muy complejo, intentaré hacerlo de una manera cercana a la realidad. Una forma de conocer la situación actual de las librerías y bibliotecas es a través de los datos y cifras que instituciones del Estado y privadas hacen sobre ellas. Como primer punto habría que mencionar que estos datos existen, aunque no están siempre actualizados y cuesta dar con ellos.

Otro elemento para considerar es la propia situación histórica del Estado de México, que impacta sobre las diferencias territoriales y las desigualdades económicas y sociales que coexisten en el Estado. Hoy en día resaltan como sus principales problemas la delincuencia, la violencia y la inseguridad; es un territorio amplio, disímil entre sí, y en él habita una gran cantidad de personas: casi 17 millones.

Sobre las bibliotecas, podemos enterarnos de ellas a través del Sistema de Información Cultural (SIC) y por los datos que genera la Dirección General de Bibliotecas, concentrados en la Secretaría de Educación Pública. La gran mayoría de las bibliotecas forman parte de la red de bibliotecas públicas (675), a ellas hay que sumar bibliotecas independientes, comunitarias y bibliotecas escolares y universitarias.

La red de bibliotecas públicas es amplia en el Estado de México; sin embargo, podemos constatar que hay varios problemas, situaciones que corregir y nuevos objetivos que plantear. Según el Módulo sobre Lectura del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (MOLEC, 2023) ha disminuido la utilización de las bibliotecas como lugares donde las personas consiguen sus materiales de lectura. Una de las ventajas de esta red de bibliotecas es que está presente en la amplia mayoría de municipios del Estado, varios de ellos con altos índices de marginalidad. En general, podríamos decir que su situación es desigual y, en varios sentidos, crítica.

Varias bibliotecas no tienen el mobiliario mínimo, conexión a internet, agua e incluso luz eléctrica; además, no todos los edificios utilizados fueron creados con las características arquitectónicas de una biblioteca; en cuanto a los servicios, se registra una lenta actualización de los acervos, lo que puede influir en la falta de interés de los usuarios

En términos de espacio, varias bibliotecas no tienen el mobiliario mínimo, conexión a internet, agua e incluso luz eléctrica; además, no todos los edificios utilizados fueron creados con las características arquitectónicas de una biblioteca; en cuanto a los servicios, se registra una lenta actualización de los acervos, lo que puede influir en la falta de interés de los usuarios.

Los funcionarios que laboran en las bibliotecas, en su amplia mayoría, no tienen formación profesional bibliotecaria, suelen ser funcionarios públicos que van rotando; se dice, tras bambalinas, que las bibliotecas públicas son espacios de castigo para aquellos funcionarios que generan problemas en la administración.

Sin embargo, la mayoría de las bibliotecas reportan estar en servicio, cuentan con acervo y con un mínimo de recursos para funcionar. La oportunidad podría estar en transformar las bibliotecas en espacios dinámicos, actualizados en términos de tecnología y acervo, y con un trabajo más decidido en favor del fomento de la lectura y del libro en las comunidades en las que están emplazadas.

Por otro lado, las librerías existen en menor cantidad que las bibliotecas. Además, son espacios radicalmente distintos, pese a compartir la presencia de los libros. Las librerías son lugares fundamentalmente económicos, es decir, buscan cumplir un rol y una meta dentro de un circuito de relaciones comerciales. Pese a esto, varias librerías asumen tareas de fomento a la lectura, o de organización de actividades de socialización en torno a la lectura: presentaciones de libros, espacios de lectura, entre otros…

Segundo factor: las librerías, solo en núcleos urbanos

Roberto Urrea Sandoval observa también un fenómeno recurrente: las librerías están donde hay menor marginación.

Sí, uno de los fenómenos principales de las librerías y puntos de venta es el lugar en el cual están emplazadas. Por lo general, las librerías están concentradas en los núcleos urbanos, lo cual se observa claramente en la información presente en el SIC y en los datos del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) del INEGI; están en una especie de línea que conecta a Toluca con Texcoco, pasando por Naucalpan, Cuautitlán Izcalli, Tlalnepantla y Nezahualcóyotl.

Por lo general el emplazamiento de las librerías coincide con bajos índices de marginación. Por lo contrario, en los municipios alejados de este eje, la presencia de las librerías es baja. Se requiere analizar de mejor forma la manera en que las personas de los municipios con mayor índice de marginalidad y más alejados de los centros urbanos resuelven sus necesidades de adquisición de libros y materiales de lectura.

En resumen: las bibliotecas son variadas y están emplazadas en lugares de alta necesidad social. Se podría reforzar la ejecución de la política pública y consolidar a las bibliotecas en espacios de transformación social; por otro lado, las librerías están ubicadas en lugares comerciales y urbanos, con bajo índice de marginalidad. En este caso, se podría atender algunas situaciones básicas del sector como mayor vinculación con otros actores de la cadena del libro (editoriales, promotores de lectura) o generar facilidades desde el punto de vista económico en el entendido que es un oficio que de alguna forma beneficia la circulación de los libros y la lectura.

Tercera clave: el Estado de México, sin ley de fomento a la lectura

¿Qué medidas ha identificado el observatorio que los gobiernos y la sociedad están tomando para fomentar la lectura entre la población del Estado de México, especialmente en comunidades marginadas?

México tiene una larga tradición histórica de políticas que buscan fomentar la lectura. Esto es más o menos claro desde el régimen postrevolucionario: campañas de alfabetización, la labor de la Secretaría de Educación Pública, el trabajo del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, los libros de texto gratuitos…

Actualmente, el marco legal federal es la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, publicada en julio de 2008, que entró en relación con los lineamientos indicados por la Ley de Imprenta, la Ley Federal de Derechos de Autor, la Ley General de Educación y la Ley General de Bibliotecas; conviene revisarla porque es el ánimo general que debe guiar las políticas públicas sobre este rubro. De manera general, esta ley dispone como responsabilidad de la Secretaría de Cultura y de la Secretaría de Educación Pública elaborar un programa de fomento para el libro y la lectura y poner en práctica las políticas de este programa, con apoyo de un Consejo Nacional de Fomento para el libro y la lectura.

Existen las políticas, pero es necesario volver a discutirlas en función de concentrarlas en los lugares más necesitados. Hacer más participes a las comunidades

Una idea derivada de esto era la generación de leyes estatales de fomento para la lectura y el libro, de manera tal que los Estados pudieran definir sus propios programas de fomento en atención a las particularidades regionales. Esta ley aún no se ha generado para el Estado de México.

No se podría mencionar que la política pública es inexistente, aunque sí insuficiente, sobre todo, para abarcar la realidad de las comunidades marginadas. Son las instituciones públicas las que alcanzan a llegar a aquellas zonas alejadas o marginadas, ya sea a través de la red de bibliotecas públicas o a través de las escuelas de la SEP o del Consejo Nacional de Fomento Educativo; el Programa Nacional Salas de Lectura también tiene este espíritu, aunque es claro que es más complicado hacer que este programa esté presente en los municipios más necesitados.

La sociedad ha intentado también subsanar el problema general de que las políticas públicas se concentren en las zonas urbanas. Existen organizaciones de la sociedad civil que de manera voluntaria se acercan a las zonas marginales para generar proyectos de educación popular, llevar bibliotecas móviles o acercar los materiales de lectura a municipios más alejados.

Aún con esto, podríamos mencionar que el problema es crítico en aquellos municipios con alto índice de marginalidad y de violencia. Y es en esos sectores marginales de la sociedad desde donde deben ejecutarse políticas y proyectos que permitan a las comunidades satisfacer sus necesidades de lectura y autoformación.

Podríamos decir que existen las políticas, pero es necesario volver a discutirlas en función de concentrarlas en los lugares más necesitados. Hacer más participes a las comunidades.

Falta reforzar a las bibliotecas como agentes centrales de esta transformación. Faltan más voluntarios del Programa Nacional Salas de Lectura, que puedan dinamizar sus comunidades y llegar a aquellos sitios donde falta trabajo. Así como estas comunidades parecen estar abandonadas por la política pública, también son huérfanas de los estudios especializados y de la estadística nacional: son zonas casi invisibles donde no sabemos a ciencia cierta cómo las personas practican la lectura.

Romantizar la lectura en papel, “un sentimiento inútil”

¿En su investigación puede identificarse cómo ha influido el avance de la tecnología y los dispositivos electrónicos en los hábitos de lectura de la población mexiquense?

Sin duda estamos ante nuevas realidades, que han venido cambiando desde hace algunas décadas. El sentido de la sociedad es que cambia. Podemos identificar un cambio importante desde la irrupción de las computadoras y una nueva forma de leer en pantallas (de las computadoras, pasando por los celulares, las tabletas y los dispositivos electrónicos dedicados a la lectura).

También hay una alta presencia de libros digitales, PDF que la gente consigue de manera subrepticia; hay nuevos lugares donde leer y nuevas lecturas: posts, chismes, discusiones en los comentarios, artículos breves, historias ficticias, anécdotas, denuncias… todo esto vinculado a la masificación del uso de internet, conexiones de banda ancha o los datos móviles que permiten al celular conectarse a la red.

Ante este escenario complejo, gigantesco, el deseo y romantización sobre el pasado lector (análogo, basado en el papel) parece ser un sentimiento inútil; las “antiguas” formas de leer y las antiguas tecnologías conviven y se retroalimentan con las “nuevas” tecnologías. No hay manera de dirigir su curso, lo único que podemos hacer es intentar entenderlo.

¿Cuál es el impacto de estas tecnologías?

Este impacto lo hemos visto reflejado en los estudios que hemos hecho sobre los lectores que asisten a las ferias del libro en el Estado de México. De manera general, podríamos mencionar que los estudiantes son uno de los principales grupos que asisten a estas ferias, lo que nos habla de la estrecha relación que sigue existiendo entre la educación y la práctica de lectura.

Estos lectores siguen prefiriendo leer en libros impresos (85%), aunque más de un tercio de ellos lee libros digitales y en el celular. Una práctica común en el Estado de México es la lectura en el transporte público, por lo que por motivos de espacio y practicidad los equipos celulares son tecnologías bastante útiles.

Siguiendo estos datos: 80% de los lectores manifestó comprar sus libros, pero 41% también los descarga de internet. Las personas consiguen por igual sus libros en librerías, por internet y en las ferias del libro. Podríamos concluir que estamos en un periodo de transición, pero también de coexistencia entre lo análogo y lo digital; al parecer, no podría ser de otra forma, dado que las nuevas tecnologías rara vez eliminan las experiencias previas, sino que se agregan a la experiencia humana.

En este orden de ideas, ¿cuál es la importancia de promover la lectura desde edades tempranas en el Estado de México?

Esto es una creencia bastante asentada en nuestra sociedad, presente desde los primeros intentos por volver la educación una realidad accesible para la mayoría de la población, sin distinción de clase social. Se considera que la educación muestra un camino honesto y más noble que otras formas violentas de ganarse la vida.

Desde luego que uno de los objetivos principales de la educación es generar prácticas y hábitos de lectura. Sin embargo, podríamos preguntarnos: después de toda esta experiencia ¿son menos violentas las sociedades? Hoy, que al parecer leen más personas que nunca en la historia, en diversos soportes y en diversos formatos, ¿ha cambiado esto las realidades funestas?

Hoy es más o menos común argumentar que el “camino” de la lectura y de los libros puede erigirse como una alternativa a la violencia. Según esta creencia, el leer nos debería dar mejores perspectivas que un camino de violencia, tan presente en nuestro Estado de México. Podría ser. Quizá este fenómeno no se puede dar por sí solo o, más bien, requiere de otras realidades para que efectivamente la lectura y los libros se vuelvan un camino válido para ser felices o vivir una vida sin contratiempos.

Más allá de esta crítica, es importante promover la lectura desde edades tempranas, sobre todo en términos de la definición de las identidades personales y comunitarias, para que las personas podamos expresar quiénes somos y qué nos diferencia (o no) de los demás, para que así podamos escoger nuestro camino o podamos entender que las desgracias no nos ocurren solamente a nosotros. Eso nos puede llevar a que nuestra vida cambie. Sin embargo, creo que, en estos momentos, a los libros les toca librar una cruenta batalla contra las armas y la romantización de una delincuencia inhumana. ¿Es realmente el lector una alternativa al sicario? Al menos económicamente parece que no.

¿Qué papel juegan las ferias del libro y otras actividades culturales en la promoción de la lectura en el Estado de México?

Las ferias del libro son por definición espacios sociales abiertos donde diversos expositores ponen a la venta libros y otros artículos, en largos pasillos donde los lectores pueden ir observando, tomando y leyendo los libros que están disponibles. Este espíritu, en algunas ocasiones, se ha intentado cambiar, volviendo menos públicas las ferias.

En las ferias siempre es positivo ver a los autores, a las editoriales, escuchar lo que tienen que decir, dejarnos llevar por sus recomendaciones. Las otras personas, los transeúntes despistados, pueden conocer la gran diversidad de voces que coexisten en el ecosistema del libro y la lectura

Podemos mencionar que las ferias del libro son lugares predilectos para que los lectores consigan sus libros y, también, para que transeúntes despistados se interesen por este mundo. ¿Por qué? Básicamente porque es posible encontrar ofertas o precios bajos. Esto a la gente le interesa mucho. Si bien actualmente, podríamos decir, la situación económica no impide de manera insalvable las prácticas de lectura, muchas personas lo piensan dos veces antes de gastar su dinero en libros, dado que imaginan cuál sería el equivalente de su costo en comida.

Esta razón es poderosa. Sin embargo, hay que mencionar otros elementos. Las ferias parecen ser más libres que otros espacios, la gente puede tomar los libros, los puede hojear, puede comparar, buscar, explorar, conversar, regatear. Además, la “puesta en escena” de los actores de la lectura y el libro da la sensación de que estamos frente a una gran experiencia humana compartida. Muchos seres humanos vinculados por un interés común: leer. En las ferias siempre es positivo ver a los autores, a las editoriales, escuchar lo que tienen que decir, dejarnos llevar por sus recomendaciones. Las otras personas, los transeúntes despistados, pueden conocer la gran diversidad de voces que coexisten en el ecosistema del libro y la lectura.

Habría que organizar o reforzar este tipo de eventos bajo estas perspectivas: que sean actividades públicas, que tengan libros a precios populares y una bibliodiversidad asegurada y garantizada.

¿Cuáles son los géneros literarios más populares entre la población lectora mexiquense en la actualidad?

Es difícil contestar esta pregunta. Podemos hacerlo gracias a los datos que hemos recogido en las ferias del libro; también creemos que es posible conocer esto haciendo un análisis de los datos sobre préstamos que se realizan en las bibliotecas, sin embargo, aún no hemos podido llegar a este punto. Además, podría explorarse cruzando esta información con datos provenientes de la comercialización de los libros.

Yo creo que en todos los casos coincidiríamos en lo siguiente: según datos de las ferias del libro hay una preferencia mayoritaria por la narrativa, fundamentalmente, seguida por textos históricos y por la poesía; dentro del género narrativo hay preferencia por los temas románticos o de amor; por la ciencia ficción y por la fantasía.

Pero, volviendo al principio de esta respuesta, estos datos hay que contrastarlos con otro tipo de información que es necesario construir porque no está a la mano.

La pandemia, un retroceso para la lectura

Parece lejana, pero ¿afectó la pandemia de COVID-19 el acceso a los libros y la lectura en el Estado de México?

Podríamos decir que sí, aunque sería más difícil ponerse de acuerdo si es que fue algo positivo o negativo; esto último dependerá de los parámetros que utilicemos. Yo diría que la afectación fue compleja y diversa: en algunos aspectos hubo una diversificación, en otros aspectos dominaron los efectos de la distancia social.

Un punto fundamental de afectación fue el cierre masivo de bibliotecas, escuelas, librerías, ferias del libro y otros lugares de socialización en torno al libro. Esto pudo haber afectado de un modo masivo a las personas; de más está decir que en esta emergencia sanitaria no se consideró necesario que estas actividades siguieran ocurriendo.

Tengo la sensación de que en esos primeros momentos de la pandemia hubo cierta narrativa —quizá de cierta clase media – que construyó la idea de que, al volcarnos a nuestros hogares volveríamos a aquellos hábitos propios de un encierro: leer, jugar videojuegos, ver películas, bailar, cocinar, etcétera. El grueso de la gente trabajadora pronto volvió a sus labores, muchos de ellos no podían trabajar desde casa, quizá algunas personas sí leyeron más en este periodo…

Me queda más presente el hecho de que una gran cantidad de actividades culturales y ligadas al libro vivieron un traspaso a las plataformas virtuales: presentaciones de libros, clubes o salas de lectura, clases, etcétera; esto también se vio reforzado por la propia existencia del fomento a la lectura en el mundo virtual: booktubers y creadores de contenido sobre libros y la lectura. Este fenómeno, sin embargo, lo podemos identificar en otros aspectos de nuestra vida.

Me parece que hay una idea general de que hubo una especie de retroceso; si seguimos los datos de la Encuesta Nacional de Lectura y otros datos podemos concluir que sí; habría que resaltar el hecho de que hubo un volcamiento a resolver de manera virtual las necesidades de lectura, sin vuelta atrás.

Nueve de cada diez municipios mexiquenses no tienen una librería

¿Cuáles diría que son los retos más importantes que enfrenta la industria editorial en el Estado de México?

Al igual que a nivel nacional, el principal problema es la caída constante en el número de personas que leen. Esto no es novedad, y de alguna manera, el Estado de México es un buen representante de los problemas a nivel país.

Ahora bien, si vemos la situación desde el funcionamiento productivo de las editoriales, el problema más relevante que suelen mencionar es la distribución. La ausencia de librerías u otros mecanismos que les permitan hacer circular sus libros es quizás uno de los principales desafíos: no hay que olvidar que 94% de los municipios en el país no tienen una librería, y estas cifras son similares en el Estado de México. La mayoría de los puntos de ventas se concentran en unos pocos lugares.

El otro problema relevante tiene que ver con la ausencia de diálogos con otros actores del ámbito del libro y la lectura. Por lo general, las editoriales se mantienen aisladas de las bibliotecas, los promotores, las entidades públicas, entre otros; en este caso, los ejemplos abundan. Generalmente, los libros producidos por alguna editorial del Estado de México no se encuentran disponibles en las bibliotecas públicas, ni tampoco pueden comprarse en las librerías, por más que estas se encuentren a poca distancia.

Un cuarto elemento que debe mencionarse es la ausencia de espacios formativos. La mayoría de los editores señala que esta ausencia ha implicado aprender a través de la prueba y el error: buscar cursos de especialización o talleres donde puedan comprender cómo se desarrollan algunos procesos.

En general, lo que encontramos es un alto número de nuevas editoriales que duran algunos años y luego desaparecen; aunque hay casos que logran consolidarse, la mayoría no puede proyectarse en el tiempo.

¿Cómo se está adaptando el sector editorial del Estado de México a los cambios en los hábitos de lectura y al auge de la autopublicación?

Algunas respuestas frente a esto han sido la disminución sistemática de los tirajes (algo que los nuevos mecanismos de impresión han facilitado), la distribución vía Internet y la venta directa sin intermediarios, especialmente en el ámbito educativo.

La autopublicación es uno de los principales fenómenos en el Estado de México: casi la mitad de los libros publicados en 2022 correspondieron a este ítem. Por supuesto, esto es un tema que responde a múltiples variables, desde académicos que requieren sacar sus libros en Universidades que no dan abasto, hasta poetas que optan por lanzar sus propios impresos en contra del “mercado establecido”. Este fenómeno sin lugar a duda requiere mayor análisis.

Ahora bien, la reducción de tirajes ha sido la primera respuesta a la crisis en la distribución y circulación de libros. La mayoría de las editoriales prefieren ahorrar además en almacenamiento y en los recursos técnicos que implica un manejo de stock. Se imprime para las ferias, o para algún evento en particular.

El uso de las plataformas para la venta de libros ha resultado exitoso para quienes han emprendido con seriedad su incorporación a este ámbito. El problema es que muchos editores no poseen las herramientas ni los recursos que estas plataformas exigen. Sin embargo, aquellas experiencias que han logrado desplegarse en Internet reconocen que este medio, especialmente en la pandemia, les permitió subsistir; ahora bien, esto implica cierto desarraigo aún mayor respecto a los actores que rodean a las editoriales; por ejemplo, una editorial de Texcoco nos dijo que, de todas sus ventas en línea, solo había vendido un libro en su propio municipio.

Finalmente, la venta directa es un fenómeno que podemos ligar a la distribución de materiales educativos; algunas editoriales imprimen libros para secundarias o preparatorias, los llevan a determinado establecimiento (incluso con el propio autor), y realizan sus ventas en terreno; así recorren varias escuelas, de tal modo que logran vender una cantidad importante de libros: esto vincula promoción de la lectura, publicación independiente y editoriales locales.

Portada del sitio electrónico El Ecosistema del Libro y la Lectura en el Estado de México

El Observatorio, un actor más del ecosistema del libro y la lectura

Hablemos del observatorio de la lectura, ¿qué propósitos tiene y cuál es el alcance que tiene previsto?

El Observatorio del Libro y la Lectura es un proyecto, una idea, que buscamos llevar a cabo. Está pensado como una organización pequeña desde la cual se observan los fenómenos de la lectura y el libro. ¿Con qué objetivo? En principio para resolver una necesidad de información que, supuestamente, los gobiernos tienen a la hora de decidir las políticas públicas. No siempre es así.

Otros objetivos son integrar los análisis que se hacen sobre este campo, poner a disposición de las personas datos, materiales y recursos útiles para el fomento a la lectura, hacer públicos datos e información que nos permita hacernos una idea más acabada de la manera en que funciona el ecosistema del libro y la lectura.

La idea es que este Observatorio se vuelva un actor más del ecosistema del libro y la lectura, un actor que articule, desde la investigación, a los otros actores: bibliotecarios, mediadores de lectura, profesores, académicos, funcionarios públicos; esperamos desde aquí generar una voz y contribuir a los debates públicos sobre el futuro de la lectura y del libro.

Esperemos poder hacerlo realidad, ya estamos dando los primeros pasos y realizando las primeras alianzas.

¿Quiénes participan en esta iniciativa y cómo se financia?

Somos un colectivo de investigación e incidencia, compuesta por diversas personas, entre ellos: escritores, académicos, estudiantes, mediadores de lectura, bibliotecarios, bibliotecólogos, investigadores, funcionarios públicos, maestras y libreros. Es un proyecto pensado para tres años, y a lo largo de ese tiempo se financia íntegramente a través de los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces) del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología.

¿Qué entidades de la República mexicana cuentan con un observatorio de esta naturaleza?

Actualmente, ninguno. En la administración federal pasada [2013–2018] existió un proyecto de carácter nacional llamado Observatorio de la Lectura, a cargo de la Secretaría de Cultura. Actualmente, ese proyecto podría decir que está “abandonado”, ya que no recibe recursos ni su página se actualiza desde el 2018. Era un buen proyecto, del cual dependía otra página web llamada Libros México. Sería interesante poder darle continuidad. De todas formas, nuestro proyecto está enfocado a las dinámicas de un Estado y pretende construir información contextualizada. Esperemos que esta iniciativa pueda alentar la generación de estos observatorios en otros estados de la república, siempre y cuando lo vean como algo necesario y viable de construir.

Muchas gracias, Roberto.

Entrevista publicada originalmente en el portal informativo Yo Soy Noticias, el 25 de diciembre de 2023.

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Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.