Responso por José Emilio Pacheco

Porfirio Hernández
4 min readJun 30, 2019

--

José Emilio Pacheco. Fuente: Por Esto

Este 30 de junio celebramos el nacimiento del escritor mexicano quien vino al mundo en Ciudad de México en el año 1939. Su obra es un caudal de enseñanzas y, sobre todo, de un estilo que se subordinó a la sustancia de sus temas, de ahí que cualquier género que abordara: la crónica, el ensayo literario, el cuento, la novela, el teatro y la poesía, son la vía idónea para sus historias, sus reflexiones, sus investigaciones sobre la identidad, el tiempo y la pasión por la palabra misma. Varias veces tuve la fortuna de escucharlo, ya fuera en El Colegio Nacional, o en la Feria Internacional del Libro de CDMX o de Guadalajara, Jalisco; su conversación siempre amena, con un fino estilo de humor negro colmaba sus charlas sobre sus maestros literarios, a quienes no dejaba de rendir homenaje.

Aquí, una breve reseña de uno de sus libros de poesía: La edad de las tinieblas, publicado por la editorial Era en 2009.

El 26 de enero de 2014 murió el gran autor mexicano José Emilio Pacheco (1939–2014), traductor, ensayista, historiador de la literatura principalmente mexicana. Su aportación a la literatura es invaluable, pues abarcó numerosos géneros y nos ayudó a entender mejor nuestro tiempo, gracias a su agudeza e inteligencia para comprender los fenómenos literarios, sus autores, sus obras, sus lectores.

Fue un gran poeta, sobre todo. De ello dan cuenta al menos 16 títulos que nos dejaron grandes lecciones. Yo recuerdo especialmente Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), Irás y no volverás (1973), Como la lluvia (2009) y La edad de las tinieblas (2009).

Es La edad de las tinieblas en el que me gustaría detenerme hoy. Es un hermoso libro compuesto por cincuenta poemas en prosa que exploran los recursos de la narrativa, la lírica y el ensayo bajo la forma sucinta de un poema. Lo leí mientras esperaba en una banca de un centro comercial. Fue precisamente entre el bullicio de la gente que la poesía se apoderó de mi vista.

Era, 2009

Desde el “Elogio del jabón” hasta “Ámbar”, apenas cuatro poemas, pasaron cincuenta minutos. No había lugar más cómodo en la tierra para leer estos breves poemas, cavilaciones que van y vienen, como el mar de la playa a las arenas ―como escribiera el español Miguel Hernández. La lectura de esas líneas de intensidades me permitió concentrarme, pensar, divagar y volver al punto inicial de los textos, pues a pesar de su corta extensión, poseen la profundidad que proviene de la meditación filosófica, la contemplación activa, con los rasgos de la coyuntura más actual.

“El objeto más bello y más limpio de este mundo es el jabón oval que sólo huele a sí mismo”, dicta en sus primeras líneas. Como acentuando su carácter intimista, la frase en complementa con una lapidaria: “Duele que su destino sea mezclarse con toda la sordidez del planeta”.

A veces pienso que la poesía es pura ensoñación de lo que pasa aquí, entre nosotros, todos los días. Ensoñación que recrea los instantes esenciales de un objeto, una palabra, una mirada, un temperamento, para volverlos claros a nuestro despertar. Así nos devuelve la realidad, bajo la forma de la revelación. Ahora mismo, mientras escribo esta entrega, escucho “Miles Runs The Voodoo Down”, una grabación de 1969, del maestro Miles Davis. A un lado del escritorio, el libro de José Emilio Pacheco. ¿Qué hace que en este momento, al volver a leer los poemas de La edad de las tinieblas, tenga la certeza de que la poesía está presente, habita mi casa y me renueve?

La poesía es todo lo que tú quieras, y es más. Acomuna los intereses más disímbolos entre personas completamente distintas. Está en todas las circunstancias posibles y se vuelve indispensable una vez que la has tocado, o te ha tocado, debería decir.

Pero la poesía no puede salvarnos del demasiado mal que nos hemos provocado. Así lo piensa el poeta cuando remata el primer texto de su libro: “Contra el crimen universal no puedo hacer nada. Aspiro el aroma a nuevo del jabón. El agua permitirá que se deslice sobre la piel y nos devuelva una inocencia imaginaria”.

Del libro “Desde entonces”, Era, 1979

--

--

Porfirio Hernández
Porfirio Hernández

Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

No responses yet