Somos los libros que nos han hecho mejores

Porfirio Hernández
3 min readApr 3, 2023

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La frase es del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899–1986), que revela admiración hacia ese objeto minúsculo e inconmensurable, proveedor de incontables beneficios para las personas lectoras.

Ya hemos hablado aquí antes de esos beneficios; sin embargo, esos entusiastas recuentos han pasado por alto un beneficio sustancial también: la lectura de libros nos identifica con las experiencias de otras personas alrededor del mismo objeto libro y nos encamina hacia un cambio de conducta más amplio del ser humano. No me refiero a la empatía por una u otra historias o poemas, sino a la sensación de comunidad que se forma alrededor de ese objeto que, para cuando nos damos cuenta, ya es de culto.

No en balde grandes escritores han decidido dedicar su vida a vivir entre libros, como el propio Borges, quien además de lector era un extraordinario bibliófilo, al grado que dirigió la biblioteca más importante de su país natal, y a sus objetos inolvidables dedicó magistrales composiciones literarias.

Los libros son también un motivo literario, presente en numerosas obras: “El nombre de la Rosa”, de Umberto Eco, es un ejemplo distinguido, como lo es “La ladrona de libros”, encantadora historia de Markus Zusak, y aquel mágico relato de Matt Haig “La biblioteca de la medianoche”. En tales obras, los libros, y la lectura, forman parte de la trama por su capacidad reveladora del ser humano en su totalidad.

Ese entusiasmo es, a no dudarlo, deudor de aquella máxima del principio de esta entrega: somos los libros que nos han hecho mejores. La capacidad transformadora que tienen esos pequeños objetos en las personas es señaladamente extraordinaria, pues obra a través del goce y la fruición, para luego dar paso a la reflexión y el análisis; en no pocas ocasiones, las personas lectoras se aventuran en el intrincado laberinto de la creación propia, imitando a sus autores y autoras favoritas, en un afán de perpetuarse en el tiempo, como una extensión simbólica y real de la propia capacidad de generación de cambios hacia un estadio diferente del ser y el quehacer humanos: somos lo que leemos, y si leemos a cabalidad, tendemos a ser mejores seres humanos.

Foto de Romina BM en Unsplash

Esta tesis ha sido refutada por el crítico mexicano Juan Domingo Argüelles (1958), quien en numerosas ocasiones ha puesto en duda que leer nos haga mejores personas, pues, afirma, los libros no son correctivos de conductas: si eres egoísta, así lo serás siempre, no importa cuánto leas. Sin embargo, he sido testigo de que la lectura opera transformaciones afortunadas en las personas; una persona a la que quise mucho un día se lamentó de haber elegido estudiar literatura: “¡yo era tan feliz ignorando la profundidad filosófica que nos da leer…, ahora no tengo vuelta atrás!” (lo recuerdo y sigo riéndome de la ocurrencia). Ese destino puesto en el escenario de nuestra existencia por los libros es, visto así, un gran acontecimiento que pasa inadvertido en su momento, pues leer es un acto solitario y muchas veces silencioso, capaz de cambiarnos hasta la médula. ¿Por qué no creer que nos enseña a ser mejores personas? Al tiempo.

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Porfirio Hernández
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Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

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