Ustedes no van a poner la agenda

Porfirio Hernández
3 min readMar 13, 2023

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Escribió el emperador romano Marco Aurelio que una de las sustanciales enseñanzas de su vida le fue transmitida por Alejandro El Gramático, le llamó “la aversión a criticar” sin cortesía: “el no reprender con injurias a los que han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal pronunciado, sino proclamar con destreza el término preciso que debía ser pronunciado, en forma de respuesta, o de ratificación o de una consideración en común sobre el tema mismo, no sobre la expresión gramatical, o por medio de cualquier otra sugerencia ocasional y apropiada”.

Propiedad al corregir, no criticar para descalificar. He aquí una actitud que suele olvidarse cuando, al corregir al menor de edad que aprende a leer o quiere expresar una idea, nos excedemos en corregir su manera de decirlo, no sólo la incorrección lingüística.

Lo mismo sucede en la arena pública. Irritadas y muchas veces altisonantes críticas reciben quienes, sin la información y formación suficiente, dan por sentada una frase señaladamente imprecisa; furiosa descortesía reciben de sus críticos.

Sucede que la arena pública se ha contaminado de polución argumentativa al grado de haber afectado las relaciones humanas y la convivencia armónica, pues diferencia de opinión vamos a tener siempre, pero ahora vemos que son insuperables. La violencia verbal reflejada en redes sociales, en el púlpito presidencial de la República, en las noticias registradas en los diarios, en los clubes y círculos sociales, en las asociaciones de vecinos o en las de padres de familia, en la calles del tránsito vehicular, en la deplorable actuación policiaca… todos queremos imponer nuestra verdad y hacerla pasar por la única verdad. Lógico es que, al ser la única, queramos afianzarla sin reproches, y mucho menos aceptemos réplicas que la cuestionen.

Si eso es más común actualmente, se debe, según yo, a cierta costumbre de señalar sin comprender; ojo, no digo que toda crítica nazca de la incomprensión de un hecho, sino más bien que hay un hábito cada vez más extendido de juzgar sin comprender.

El dedo de la crítica se alza sin reparar en que no tenemos más datos que nuestra percepción… y todos sabemos que nuestra percepción de la realidad es siempre parcial. Cada vez nos es más difícil aceptar que la otra persona puede tener la razón, no nosotros. Ponerse en el lugar del otro nos ayudaría no solo a entender que, al menos, hay otra forma de ver la realidad, sino a favorecer el diálogo de quien se expresa para explicarse, para entenderse incluso, y con ello, esclarecer la cuestión en examen.

Por eso, cuando al debatir escuchamos frases como “No va a venir el general Audomaro Martínez a explicar nada, porque ustedes [los medios de información] no van a poner la agenda ni les vamos hacer el caldo gordo para sus notas”, como dijo recientemente el primer mandatario del país ante el cuestionamiento periodístico sobre el espionaje de su gobierno a opositores, uno entiende, o comienza a entender, que aquel hábito que aprendió Marco Aurelio hace 22 siglos, hoy naufraga en medio de una fatal desolación pública. El diálogo social que construye identidad a partir de la comprensión del Otro, está en franco e inminente riesgo. Al tiempo.

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Porfirio Hernández
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Written by Porfirio Hernández

Leo y escribo en Toluca, México. Me interesa divulgar las manifestaciones de la cultura y conversar sobre ello.

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